NO TODOS LOS FRANCESES FUERON COMPLICES DEL MALTRATO


Extractado de VAIMACA (El necesario retorno de un patriota oriental)

de Rodolfo MARTINEZ BARBOSA

"La autoridad, es necesario decirlo, habría sin duda intervenido para impedir esta escandalosa transacción (...) pero los Charrúas (...) la muerte los liberó de una condición en la que parecieron sentir la amargura tan vivamente..." Francois Trouilla o Trouillac, en Le Magasin pittoresque, 9º. Año, página 395, 1841.

"...el Sr. Auguste Saint-Hilaire (...) fue por un acto de reminiscencia muy natural, a visitar a los Charrúas que eran expuestos a la curiosidad pública en un departamento de la rue de Rivoli; se sintió golpeado por la manera indigna en que los extranjeros eran tratados por el especulador al cual ellos habían tenido la imprudencia de confiarse. Este miserable, aprovechándose de su ignorancia acerca de nuestras leyes, no tuvo escrúpulos en ponerlos en la misma categoría que a los animales que se lleva en circos de fieras ambulantes, que van de feria en feria. Este de ser testigo, hizo partícipes, a su retorno al Instituto, a algunos de sus colegas de lo que acababa de presenciar. Ellos juzgaron, como él, que su sentido de la humanidad y el honor de Francia no les permitía tolerar por más tiempo una injusticia tan cruel. Pero sin embargo, no les pareció necesario hacer intervenir oficialmente a la Academia de Ciencias en un hecho de tal naturaleza. No era, en el fondo, más que un simple asunto policial, y era la policía quien debía poner orden desde el principio. El Sr. Seguier, en su doble calidad de académico y de magistrado, fue entonces encargado por ellos de realizar junto a la administración los trámites necesarios, sin otro aliciente que el de su caridad y cortesía, para rectificar las injusticias que por exceso de negligencia se habían causado a los desgraciados Charrúas. Después de haber verificado escrupulosamente la condición en que estaban estos extranjeros, y donde bajo ningún pretexto se excluyeron los latigazos que éstos habían sufrido, fue a buscar al Prefecto de Policía, y así obtuvo sin dificultad que la administración liberara a éstos infortunados de su ilegitimo carcelero y tomara para sí las medidas que esta situación excepcional reclamaba. Y ¿qué quedó del celo en la ejecución de las órdenes del Prefecto? ¿Algún agente advirtió oficiosamente al exhibidor de lo que se tramaba contra él? El hecho es que, cuando la policía hizo su llegada al lugar donde eran mostrados los Charrúas, éstos se habían ido. Se supo, sin embargo, que habían sido puestos en marcha hacia Estrasburgo. Se solicitó entonces al Ministerio del Interior que se interesara por el asunto, y se trasmitió al Prefecto del Bajo Rin la orden de detener a los viajeros en el instante de su llegada a la capital del distrito. Si no me equivoco, se usó el telégrafo en esta ocasión (...) Por desgracia, tantas buenas intenciones fueron inútiles. Sospechando que las órdenes de la policía de París lo alcanzarían en Estrasburgo, el exhibidor hizo tomar a sus víctimas un camino imprevisto (...) Las damas, siempre tan compasivas de los verdaderos infortunios, quisieron tomar parte en la reparación que Francia debía a estos infortunados, tan largamente privados de los derechos sagrados de la hospitalidad..." en Le Magasin pittoresque, Carta al Director, 10º. Tomo, página 48, 1842.

"Si hay necesidad de una nueva prueba de la indignidad con la que fueron tratados los Charrúas(...) (Senaqué) muerto cuatro días después de su entrada a la Maison Royal de Santé, Guyunusa, el mismo día de su hospitalización. No fueron enfermos, sino moribundos, los que el odioso bárnum confió a los médicos" PAUL RIVET, fundador del Musée de L´Homme, en "Les Derniers Charrúas"


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