SAN FRANCISCO DE BORJA DEL YI


Un emplazamiento misionero en Territorio Uruguayo

Leonel Cabrera Pérez (*)

María del Carmen Curbelo (**)

(*) – Profesor Asistente del Depto. De Antropología de la Facultad de Humanidades y Ciencias. Técnico del Laboratorio de Arqueología de la Comisión de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Nación. Ministerio de Educación y Cultura (Uruguay)

(**) – Técnica del Laboratorio de Arqueología de la Comisión del Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Nación. Ministerio de Educación y Cultura (Uruguay)

"Yo deseo que los indios, en sus pueblos, se gobiernen por sí, - para que cuiden de sus intereses como nosotros de los nuestros. Así experimentarán la felicidad práctica y saldrán de aquel estado de aniquilamiento a que los sujeta la desgracia. Recordemos que ellos tienen el principal derecho, y que sería una degradación vergonzosa para nosotros, mantenerlos en aquella exclusión vergonzosa que hasta ahora han padecido por ser Indianos. Acordémonos de su carácter noble y generoso, enseñémosles a ser hombres, señores de sí mismos…"

(José Artigas al Gobernador de Corrientes, mayo 3 de 1815)

INTRODUCCION

El indio misionero estuvo desde los orígenes, estrechamente vinculado al proceso fundacional del Uruguay. A través de las frecuentes faenas y arreadas de ganado de las "Vaquerías del Mar" primero, como soldados de las fuerzas españolas, en los vaivenes militares relacionados con la Colonia del Sacramento después, o simplemente como mano de obra, irguiendo las fortificaciones de San Felipe de Montevideo, o las construcciones religiosas o públicas.

Más tarde, cuando se concreta la expulsión de los Jesuitas y la deserción de "tapes misioneros" se hace incesante, el litoral platense recibe familias enteras de guaraníes que se instalan en los pagos orientales. Los archivos parroquiales de nuestros primeros pueblos nos muestran el alto porcentaje de misioneros que se radicaron en el sur, contribuyendo a conformar ese primer contingente poblacional.

La influencia del guaraní misionero en el origen del gaucho y en la conformación rural de nuestra sociedad es notoria y relevante; sus aportes en lo demográfico, social, económico y cultural, han sido de vital trascendencia y la toponimia guaraní, tan frecuente en nuestro territorio, es un borroso testimonio de ese sustancioso aporte (1)

Estuvimos luego hermanados en el soplo revolucionario del artiguismo, y por último, fuimos testigos de uno de los capítulos finales del viejo sistema misionero, ya en ruinas, pero porfiadamente aferrado a su pasado esplendoroso. Nos referimos al enclave de San Francisco de Borja del i, postrer agonía misionera de un puñado e guaraníes, en el centro del territorio oriental.

ABANDONO DE LAS MISIONES: "SANTA ROSA DEL CUAREIM"

En el año 1828, el Imperio del Brasil se encontraba en plena lucha con las Provincias Unidas del Río de la Plata. La Banda Oriental era el centro de la disputa y entre ambos estados, la infaltable presencia de la Gran Bretaña. En el frente de lucha oriental, Alvear y Lavalleja comandaban los ejércitos.

El General Rivera, desobedeciendo órdenes, cruza el río Uruguay con un centenar de hombres, dirigiéndose a la región misionera. Llegado al río Ibicuy divide su ejercito en tres cuerpos: uno se dirige a San Francisco de Asís, otro a San Borja y un tercero bajo sus propias órdenes, hacia la Sierra. En solo 21 días "num golpe audacioso e violento" (2), tomó los Siete Pueblos de las Misiones Orientales.

La victoria de Rivera repercute hondamente en la corte brasileña, siendo un importante factor que lleva al Imperio a aceptar las cláusulas de la Convención Preliminar de Paz, resultando su campaña un elemento importante en el proceso que lleva a la independencia oriental.

Cuando el General Rivera entregó al Imperio del Brasil el territorio misionero conquistado, logró que los habitantes de los Siete Pueblos, hicieran abandono de aquellas tierras y vinieran a la Provincia Oriental con cuanto tenían, alentados por las promesas del caudillo, en busca de un mejor destino.

Cada reducción de indios marchó con todas sus pertenencias, sus santos patronos, campañas, ornamentos de iglesias, mobiliario…todo lo que tenían y pudieron cargar en sus carretas. La cantidad de indígenas que se traslada junto al "ejercito del norte", varía según los documentos, que citan desde 8.000 a 15.000 almas, con 100.000 a 400.000 cabezas de ganado.

La incursión de Rivera, el éxodo de las poblaciones indígenas que siguen al caudillo en retirada, el despoblamiento completo de los Siete Pueblos guaraníes, marca sin lugar a dudas, el fin del régimen misionero; se acaba innegablemente la influencia jesuítica. En su lugar, poblaciones blancas levantarán ciudades: una cultura diferente invadirá las otrora esplendorosas Misiones Orientales.

"esta é a última página das Missöes. O crepúsculo doloroso de una raca que, acompanhando o caudilho, marcha para Bela Unión, que será a derradeira etapa de sua destruicao total. E é esse mesmo Rivera, que os arranca de seus lares, de suas terras avoengas, acenando com a liberdade, que esses infelizes nao compreendiam…"(3)

Con los indígenas que le siguieron, Rivera funda en 1829, en la desembocadura del río Cuareim en el Uruguay, la "Colonia del Cuareim" o "Santa Rosa del Cuareim", donde hoy se levanta Bella Unión, en el Departamento de Artigas.

Una vez llegados los guaraníes a territorio oriental, a título de botín de guerra les fue enajenada una cuantiosa parte de su patrimonio, yendo a parar el resto a manos de especuladores y traficantes que poco a poco, se fueron instalando en la nueva colonia. Estos despojos privaron a los misioneros de toda autonomía económica, debiendo depender en el futuro de la ayuda que les prestara el gobierno. Este auxilio consistía en partidas de ganado que debían llegar regularmente a la colonia. Pero la regularidad de los envíos no era tal, y las más de las veces faltaban; por otra parte, cuando llegaban debían ser compartidos con la guarnición militar allí apostada. Esto hizo que las necesidades de toda índole se hicieran presentes de inmediato entre la numerosa población misionera. La miseria, la degradación social, no tardan en aparecer por más que el caudillo, "el Protector", era ahora el flamante primer presidente de la nueva República.

Jean Isidore Auboin (4), viajero francés que visitó la colonia en marzo de 1829, dejó un vivido retrato de su situación: "El hambre fue el primero de los males que perjudicó a los pobres guaraníes en tierra extranjera. De cuatrocientas mil cabezas de ganado que se habían conducido de las Siete Misiones, quedaban un veintevo. Todo el resto había sido repartido entre los principales jefes del ejército, que lo habían enviado a las campiñas de Montevideo, o vendido a los especuladores." Luego señala: "La miseria más horrorosa reinaba desde esta época en la colonia. Todo el ganado estaba extinguido, y los indios, ocupados en sus construcciones, y no dedicándose a ningún trabajo de un beneficio inmediato, no podían procurarse los víveres, que los mercaderes vendían a un precio exhorbitante." Era sobre todo en las márgenes del Río donde estaban establecidos todos aquellos que no habían podido, por falta de recursos, edificar una casa en el propio recinto de la población…Allí reinaba el hambre, las enfermedades y todo lo que la miseria tiene de más horrible."

Se pregunta entonces el cronista: "¿Es sorprendente que algunos crímenes hayan sido cometidos por desdichados que hasta entonces había conocido lo tuyo y lo mío, que habían vivido en la abundancia y que, de repente, se han visto atormentados por todos los horrores de la necesidad?"

El General Rivera, sin embargo, se desentendió de toda la situación; su interés principal, implícito en su obrar, según sus adversarios, había sido el de contar con el refuerzo militar importante en número, que le permitiera enfrentar las ambiciones de los otros caudillos orientales, particularmente al compadre Lavalleja. Es así que una vez nombrado Primer Presidente Constitucional de la nueva República, su interés en la indiada misionera pasa a un segundo plano. Esta se transforma en una pesada carga, constante foco de amenaza de insurgencia; peligro del que le advierten quienes han tenido contacto directo con la situación que allí se vive.

Los robos a las estancias se suceden y la situación se agudiza. Comprendió entonces Rivera el error cometido al incorporar elementos que no estaban capacitados para la vida libre y el trabajo. (5) Ante amenazas de rebelión, Rivera intentó deshacerse de los indígenas devolviéndolos a las Misiones. Para tal fin inició tratativas con el gobierno de Corrientes proponiéndole un "convenio amigable entre ambas partes" para negociar "la devolución de su antiguo territorio" a los indios misioneros (6) Pero la solución por esa vía no llegó nunca.

Un observador militar de la época, nos relata que subsistían "con raíces, recogiendo los huesos p.a pisar-los y hervirlos; p.e la peste de la viruela ha hecho perecer a infinitas sic de necesidad e impulsado de esta son los robos incesantes, sin poder privar q.e la continuac.n de semejante conducta apresurará un suceso desagradable." (7)

A pesar de lo apremiante de la situación, el gobierno continuó sin tomar medidas concretas al respecto. Las crecientes penalidades y la desesperación, hicieron que en 1832, los misioneros acaudillados por el Indio Lorenzo, tomaran una audaz actitud revolucionaria que resultó suicida, ya que desde el vamos no tenía ninguna posibilidad de prosperar. Esto quedó demostrado en los principales encuentros bélicos de Cañitas, Belén y San José del Uruguay, donde los insurgentes comandados por los jefes indios Comandiyú y Tacuabé, fueron aniquilados por el Coronel Bernabé Rivera al frente de las tropas del gobierno.

Esta actitud le abrió, irónicamente, las puertas al gobierno para que "montando en santo enojo" (8) anulara todo compromiso de asistencia y suministros – os que pocas veces habían llegado en los hechos – así como le permitió arrogarse la disposición a su voluntad de los derrotados.


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